En esta fiesta, el énfasis está en la adoración del Santísimo Sacramento, reconociendo la presencia viva de Jesús en el pan y el vino que fueron consagrados.
Pero hay otra realidad sobre este Santísimo Sacramento, si escuchamos con cuidado las escrituras, descubrimos que no sólo son aquellos elementos del pan y vino transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo, sino también la comunidad de discípulos - nosotros, que somos la iglesia - somos transformados en el cuerpo y la sangre de Cristo. Nos hacemos Jesús vivo, presente en nuestro mundo.
Esto es realmente lo que San Pablo enfatizaba, en la carta a la iglesia de Corinto. Este texto es una invitación de San Pablo para celebrar la Sagrada Eucaristía con un corazón limpio, alejado de las divisiones y soberbias. Para hacer nuestras reuniones con un sentido eclesial, poniendo a Cristo como cabeza y centro de las mismas.
La Eucaristía es una comida entre hermanos, lo cual implica reconocer la igualdad de relaciones entre los miembros de esta comunidad. La Eucaristía crea la Iglesia, cuando los que participamos en ella nos vemos sin distinción, tenemos los mismos ideales, hablamos el mismo lenguaje y compartimos los mismos sentimientos y padecimientos. Entre nosotros no debe haber diferencias sino relaciones de fraternidad y de solidaridad, esa es la verdadera comunión.