Conocer personalmente a Jesucristo, amarlo con todo el corazón y seguirle en la vida diaria son sin duda alguna las características de nuestra vida como discípulos de Cristo. Nuestro Señor Jesucristo hace una afirmación que vale la pena recordar: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo." (Jn 17,3)
Una vez que hemos experimentado el amor de Jesucristo en alguna etapa de nuestra vida es cuando comienza nuestro conocimiento del Señor de una manera especial y única. En Jesucristo tenemos, pues, la vida eterna si le conocemos a fondo, si nos damos a Él; porque no se trata de conocer simplemente, como conocemos el nombre de alguien. Se trata de un conocimiento profundo, que lleva a entregarnos con todo el amor a la persona querida.
El conocimiento de Jesús nos lleva al amor a Jesús; pero el amor, a su vez, nos lleva al conocimiento cada vez más grande de Jesucristo. Y quien ama se le nota en todo lo que hace. Y el amor nos lleva a imitar las virtudes de la persona amada. Nace automáticamente el deseo de hacer algo por la persona amada, entonces surge el seguimiento de Jesús. Nos hacemos sus seguidores porque lo conocemos y lo amamos.