También ustedes estén preparados
Como cualquier maestro u orador público lo sabe, la mejor manera de entregar un mensaje, es contar una historia que ilustre el punto de una manera memorable. Si esto sucede, tengan la seguridad de que la gente perderán los folletos, archivarán sus notas y olvidarán la presentación rápido. Pero una historia bien contada, tiene el poder de permanencia. Cuanto más se saborea, más penetra su significado en nuestra comprensión.
Por lo tanto, no es sorprendente observar con qué frecuencia los escritores bíblicos recurren a la narración de historias como un modo de exhortación. Claro, también hay largas listas de leyes, reglas e instrucciones morales en la Biblia, pero ¿qué tan familiar está el feligrés promedio con Levítico y el libro de la Sabiduría? Una de las partes más conocidas y queridas de la Biblia es el Libro del Génesis. Ahí es donde están las historias. Ahí es donde está la acción y donde ESCUCHAR se convierte en aprendizaje.
En las lecturas de hoy, vemos que el escritor de Sabiduría apela a la gran historia del Éxodo para ilustrar la providencia especial de Dios para los justos, mientras que el escritor de Hebreos vuelve a contar las hazañas de Abraham para afirmar la necesidad de una fe vital. En el evangelio, Jesús subraya una enseñanza sobre ser buenos administradores con parábolas contrastantes sobre siervos responsables y reprensibles. Aunque los tres maestros, representados en los autores del libro de la Sabiduría, la carta a los Hebreos y el Evangelio de hoy, sin duda fueron muy apreciados por sus audiencias, es probable que sus lecciones se hayan perdido más allá de sus oyentes, y de cualquier discípulo futuro, si se solo se hubieran basado en una declaración de tesis, leyes y palabras.
Las historias que Jesús cuenta no son recordatorios mas bien reveladores. Levantan el velo de nuestras experiencias actuales, para mostrarnos que la gracia de Dios está activa en cada hora y está disponible para aquellos que tienen ojos para ver.