Lecturas Dominicales:
Ecl.3,19-21; Heb12,18-24; Lc 14,1-14
Hoy Jesús nos enseña cómo debemos comportarnos cuando somos invitados a una fiesta. ¿En qué lugar nos vamos a sentar? Cuando se trata de elegir el lugar, puede surgir una de estas actitudes: La de los que se consideran mejores que los demás, y pretenden los primeros puestos, Jesús en el Evangelio reprocha este comportamiento.
La otra manera de actuar es la que Jesús pide: disponerse a ocupar espontáneamente el último lugar, es decir, ser servidores de los demás, sin reclamar privilegios. Todos nosotros sabemos que ante los ojos de Dios, quien pretenda ser más, quedará humillado; y quien reconozca su pequeñez, será honrado. Por lo tanto, no hay como ser humildes a la hora de elegir un puesto.
¿A quién hay que invitar a una fiesta que uno organice? Lo que Jesús pide es que no hagamos las cosas por puro interés: le hago un favor a quien sé que puede devolvérmelo. El asunto es que eso lo hace cualquiera (también un no cristiano). Por eso Jesús resalta el bien hecho a quienes no tienen manera de devolverlo (los pobres) Y esta es otra actitud básica del cristiano: el desinterés, que unido a la actitud de la anterior parábola (humildad), da como resultado la pobreza de espíritu.