El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
Mientras Jesús se dirige a Jerusalén, el lugar donde enfrentará el rechazo, el sufrimiento y la muerte, se da cuenta que mucha gente le sigue y dicen ser discípulo suyos. Él sabe que no será fácil y que en el momento del peligro, aun sus más fieles seguidores, el grupo de los doce apóstoles, escaparán y lo dejarán solo.
Es un error pretender ser “discípulos” de Jesús sin detenerse nunca a reflexionar sobre las exigencias concretas que encierra seguir sus pasos, y sobre las fuerzas con que hemos de contar para ello. Nunca pensó Jesús en seguidores inconscientes, sino en personas lúcidas y responsables.
En los dos ejemplos que emplea Jesús para explicar el significado de ser discípulo suyo, los dos personajes “se sientan” a reflexionar sobre las verdaderas exigencias, los riesgos y las fuerzas con que han de contar para llevar a cabo su cometido. Nosotros somos bautizados, vamos detrás de Jesús, ¿pero somos conscientes de lo que implica ser cristianos? ¿Conocemos y aceptamos la cruz que debemos cargar?