Señor, auméntanos
la Fe
La fe, en su definición más sencilla, podemos entenderla como “creer lo que no se ve”, “esperar lo que todavía no acontece”. Y a partir de esta definición nos damos cuenta que humanamente no es fácil, puesto que estamos acostumbrados a confiar sólo en lo nuestros sentidos nos permiten percibir y entender, pero aún los sentidos son muy fácil de engañar. Quizá puede parecernos sorprendente que los discípulos le pidieran a Jesús un aumento de fe. ¿Acaso no lo estaban viendo? ¿Acaso su palabra, sus obras sus milagros, no eran suficientes para tener fe en él como Hijo de Dios? Al parecer no; porque los apóstoles no veían más allá de un hombre que hacía cosas extraordinarias, algunas de las cuales no eran capaces de entender. Le fe les invitaba a ir más allá, a experimentar la presencia de Dios en aquel hombre.
El profeta Habacuc (en la primera lectura) también hace una invitación a conservar la fe, a pesar de las injusticias y adversidades. El pueblo de Dios, en medio de sus pruebas, tiene que seguir confiando, ya que su fe le salvará. Y San Pablo exhorta a Timoteo a renovar el don de la fe y la misión que ha recibido como discípulo de Cristo.
Para nosotros, cristianos de este tiempo, es necesario también que conservemos la fe, que la conozcamos y que la hagamos fuerte. Las pruebas personales y comunitarias también son muchas. Y por eso mismo, la tentación del desaliento y la desesperanza también nos acecha. Que nuestra petición a Dios en este domingo sea la misma que hicieron los apóstoles de Jesús: “Señor: Auméntanos la fe.