Como muchos cristianos, muchos de nosotros en la Catedral de San Mateo, creemos que en este tiempo, como en cada período de la historia humana, se nos está dando una oportunidad, particularmente increíble de testificar con nuestras acciones, no solo nuestras palabras, del amor reconciliador de Dios para TODOS los pueblos. Dios está poniendo frente a nosotros el mundo diverso que El mismo creó, personas diferentes a nosotros que traen sus dones a la casa de Dios.
Aunque la visión de una iglesia multicultural, es tan antigua como la iglesia misma, esta es una visión que debe renovarse en nosotros todos los días. Sin importar cuán incansable este sueño pueda sonar, sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que la mayoría de las congregaciones tienden a ser homogéneo; no podemos olvidar que la iglesia descrita en el segundo capítulo del libro de los Hechos fue una iglesia multirracial, multilingüe, y multicultural. ¡Esto no fue por accidente!
El sorprendente evento de Pentecostés sigue en pie como mandato para nosotros hoy en día. De hecho, somos llamados, no solo como individuos, sino también como “El cuerpo de Cristo”, a abrir nuestras puertas, nuestras mentes y nuestros corazones a los demás, a aquellos que vemos como diferentes a quienes vemos como extranjeros. Esto requiere que nosotros nos volvamos cristianos practicantes, y estar dispuestos a ser transformados por la experiencia de abrazar a los que son distintos y extraños, y cada vez más aceptar los valores y comportamiento de otras personas, siempre y cuando ambos sean aceptables para Dios y consistentes con enseñanza cristiana.