El tiempo de adviento se caracteriza por su mensaje de conversión. Y las lecturas que escuchamos en las misas de estos domingos antes de navidad, nos invitan a dejar atrás todo lo que rompe la armonía con Dios y con nuestros hermanos. Estas fueron las palabras de Juan el Bautista: apártense de la injusticia, de la falsa religiosidad, de la hipocresía… preparen el camino para que llegue nuestro Salvador y nosotros podamos llegar a él.
La conversión a la que se refiere Juan es la que nos conduce nuevamente a Dios, la conversión que no se queda en prácticas religiosas externas sino aquella que da frutos para bien de la comunidad. Se trata de conectar la fe, (lo que creemos), con la vida, (lo que hacemos). Esto es precisamente lo que escribe el apóstol Pablo en la segunda lectura, que logremos vivir en armonía unos con otros.
Los caminos que funcionan son aquellos que permiten transitar de un lado a otro, los que nos permiten comunicarnos y estar cerca. Esos son los caminos que hay que preparar y arreglar, los caminos que nos conducen a Dios y con nos conducen al encuentro con los hermano, ese es el camino de la conversión