HEMOS SIDO CREADOS PARA AMAR.
En la lectura del Genesis encontramos hoy una afirmación muy clara de la igualdad entre el hombre y la mujer: Dios crea a la mujer del costado, no procede ni de la cabeza, ni del pie del varón, lo que significa que no está ni por encima, ni por debajo, sino en igualdad. Los dos semejantes en dignidad personal.
El varón exclama su admiración ante la mujer y se reconoce en ella: “¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!”, a diferencia de lo que le ocurrió con todo el resto de los seres vivos, entre los que “no hubo ningún ser semejante a él” (Gn 2, 20); ahora encuentra no una sirvienta, sino una compañera para formar una sola carne, la unidad familiar.
Ser “una sola carne” es una manera de explicar una relación que abarca todas las dimensiones de la relación humana: la física, la económica, la psicológica, y la espiritual. Ser una sola carne significa establecer libremente y entre iguales una relación de amor que, como la carne, siendo una, no puede separase sin dejar heridas profundas que afectan el sentido de la existencia. Oremos hoy por la unidad familiar.
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