En el evangelio de hoy Jesús nos dice que el Reino de los Cielos se parece a una fiesta, a un banquete de bodas. En la vida no todo es trabajo, esfuerzo y fatiga; la vida también es alegría y fiesta. Una de las fiestas más significativas es la que se organiza con motivo de una boda. Se trata de una vida nueva basa
da en el amor mutuo. Jesús compara el Reino de los Cielos con esta alegría.
Dios quiere preparar para nosotros una fiesta de manjares suculentos, quiere derrotar la muerte, enjugar las lágrimas de todos los rostros. Y lo quiere hacer precisamente por medio de Jesús, su Hijo, y celebrar un matrimonio de amor de Dios con la humanidad entera. Aceptar la invitación de Jesús nos da confianza y fuerzas para vivir y encontrar sentido también en los momentos de dificultad.
Aceptar la invitación y entrar en el banquete no nos deja como estábamos: algo en nosotros debe cambiar. Este es el significado del traje de fiesta, hemos de entrar en una dinámica de conversión y vida nueva. Es nuestra respuesta personal a la invitación de Dios. Se trata de participar dignamente en el banquete de Cristo Jesús, en el banquete eucarístico, en el que él nos da su propio cuerpo y sangre.
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