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P. Tarcisio

CUARTO DOMINGO DE PASCUA. Reflexión de la Palabra de Dios.


Primera Lectura (Hch 4,8-12): Pedro profesa sin miedo alguno su fe en Cristo Resucitado, en cuyo nombre ha curado de su discapacidad a un lisiado. Jesús es el nombre por el que todos nos salvamos.

Segunda Lectura (1Jn 3,1-2): Que somos hijos de Dios no es sólo un pensamiento bonito, sino la más profunda realidad, ya que estamos unidos a Jesús, Hijo querido de Dios. Solamente cuando veamos a Dios seremos capaces de entender esto.

Evangelio (Jn 10,11-18): Si hay algo que sobresale en el evangelio de este domingo, es la diferencia entre los” buenos” y los “malos” pastores. El "Pastor bueno" se preocupa de sus ovejas. Es su primer rasgo. No las abandona nunca. No las olvida. Vive pendiente de ellas. Está siempre atento a las más débiles o enfermas. No es como el pastor asalariado que, cuando ve algún peligro, huye para salvar su vida abandonando al rebaño. No le importan las ovejas, porque no son suyas.

Pero hay algo más. "El pastor bueno da la vida por sus ovejas". El amor de Jesús a la gente no tiene límites. Ama a los demás más que a sí mismo. Ama a todos con amor de buen pastor que no huye ante el peligro, sino que da su vida por salvar al rebaño.

Jesús es nuestro Buen Pastor, pero la pregunta es: ¿Cuánto lo conocemos a él? ¿Confiamos en su palabra, confiamos en que nos cuida aun a costa de su propia vida? Y cuando dice: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, ¿a quién se refiere? La mayoría d ellos cristianos tenemos una imagen bastante pobre acerca de Jesús, no creemos que él cuida de nosotros. Se nos olvida que podemos acudir a él cuando nos sentimos cansados y sin fuerzas o perdidos y desorientados.

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