Ante la enfermedad y la muerte debemos cuidarnos, en la medida de lo posible, por medio de la prevención y la prudencia, evitando riesgos y procurando una alimentación sana y nutritiva, así como la disciplina y el ejercicio físico. Siendo responsables, acudiendo al médico y a la medicina que nos prescriba. Todos estos, y otros medios ordinarios que nos dicta el sentido común.
Pero también, como creyentes, podemos servirnos de los medios espirituales y sobrenaturales que nos brinda Dios. Orar confiada e insistentemente a nuestro Padre Dios, por mediación de Jesucristo y apoyados por la fuerza de Espíritu Santo y la intercesión de María y los Santos para que, si es su voluntad, nos conceda la salud. En el Evangelio encontramos numerosos ejemplos de como acudir a Cristo en búsqueda de una sanación y estando dispuestos a ofrecer los propios padecimientos y unirlos a los sufrimientos del Señor por el bien toda la Iglesia.
La fe, la confianza, y abandonarnos en las manos del Padre, como Jesús nos dio ejemplo, son gracias especiales que debemos pedir al Espíritu Santo, para enfrentar las enfermedades y la muerte como nos enseña la Palabra de Dios: ¡El que cree en Cristo, que es la resurrección y la vida, aunque muera, vivirá!
P. Claudio
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