El Papa Juan Pablo II estableció que, el Segundo Domingo de Pascua, se celebre la fiesta de la Divina Misericordia. Esencialmente es una invitación constante para el mundo cristiano a afrontar, llenos de confianza en la benevolencia del amor de Dios, todas las dificultades y pruebas que nos puedan venir.
De acuerdo a las revelaciones hechas a Santa Faustina Kowalska, en las que Jesús le mostró su corazón como una fuente de misericordia en favor de nosotros pecadores: “Debes saber, hija mía, que mi corazón es la misericordia misma y mis gracias se derraman sobre todo el mundo”.
Por lo que nosotros también debemos ejercer misericordia hacia los hermanos por amor a Dios y confiando plenamente en El.
Se ha hecho popular la veneración a la imagen de Jesús que representa la aparición del Resucitado a sus discípulos en el cenáculo cuando les da el poder de perdonar o retener los pecados y que corresponde al Evangelio de hoy:
Juan 20, 19-31.
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