"Si me quieres, dímelo", este es el clamor de cada persona cuando estamos involucrados en la mayoría de las formas de relaciones. Los que amamos queremos estar seguros, al igual que los padres e hijos, hermanos, amigos, incluso los pastores, de que esta relación en la que estamos es real. Y la única manera de saber con seguridad es ver con hechos ese amor.
Felizmente, nuestra relación primaria con nuestro Creador no está en peligro, a pesar de que no lo podemos ver. Dios es muy bueno demostrándonos su amor y pasión por nosotros. Dios prueba que el amor divino es real con hechos donde quiera que veamos.
· La creación misma, el mundo, la tierra maravillosa en la que la humanidad se establece como una perla en su propio estuche de terciopelo.
· En la historia de la salvación, vemos una letanía de acontecimientos extraordinarios donde Dios garantiza nuestra felicidad y libertad.
· En el Verbo encarnado, Jesús, que habitó entre nosotros, nos enseña, sana, libera, muere, y resucita.
· Y en cada momento de oración donde recibimos otra señal de que Dios está con nosotros y el amor divino no va a ninguna parte sin nosotros.
Y luego, también está el Paráclito. Quizás la medida más profunda de devoción es su presencia fiel:
· se queda a una relación de largo plazo.
· la devoción de Dios con nosotros no es de una noche,
· No es ninguna promesa vacía.
· Dios no es amigo en las buenas nada más o condicional.
· No tenemos que hacer solo lo correcto para merecer el amor de Dios.
Pero una vez que estemos convencidos de su amor, si hay algo que podemos hacer: podemos demostrarle nuestro amor a cambio. Y Jesús nos dice de que manera hacerlo: Él dice que la señal que Dios está buscando es la fidelidad a los mandamientos principales: Amar a Dios y amarnos los unos a los otros.
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