El encuentro con Dios es cercanía que sana, perdona y libera. En la mujer que es protagonista del Evangelio de hoy, ese perdón que Jesús le otorga le da también la libertad y la confianza para vivir de una manera diferente. Liberada de la pena de muerte comienza una vida nueva.
Jesús, el Dios que salva, ejerce su misericordia en un amor consumado y total. No se ocupa de condenar ni de buscar culpables, tampoco de castigar…
Toda religión que exige la pena de muerte ante los pecados deja de ser verdadera religión… puesto que Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Tampoco nosotros, ya que todos somos pecadores, nos atrevamos a condenar a nadie.
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