Si preguntamos qué es la oración, la primera respuesta es: “orar es hablar con Dios” u “orar es amar a Dios”. Y para hablar con Dios nos servimos de las palabras, del lenguaje humano que usamos normalmente para comunicarnos.
Sin embargo, la oración también la hacemos desde el silencio de nuestros pensamientos, sin palabras. Podemos decir, que es necesario tener un silencio interior, buscando la calma de nuestras emociones, de nuestros pensamientos, de toda nuestra persona, para conectarnos con nuestro Dios.
Pero además de ese silencio interior, también es necesario un silencio exterior, porque para escuchar hay que prestar atención y evitar distracciones externas. Así que, cuando oramos, también es importante crear un ambiente adecuado que nos ayude a enfocarnos en lo que hacemos y también para escuchar lo que el Espíritu Santo quiere decirnos.
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