"Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Preguntó él: "¿Quién eres, Señor?"
La respuesta fue: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
Saulo —que era el primer nombre de Pablo— es llamado por el propio Jesús. Saulo siempre fue un apasionado de la Ley de Dios, la defendía con radicalidad. Esa pasión que lo caracterizaba no desapareció después de su conversión, sino que se transformó: por la acción del Espíritu Santo, Pablo pasó de querer destruir la Iglesia a ser un apóstol valiente, anunciando a Cristo en todos los lugares donde iba y formando nuevas comunidades cristianas.
Esto nos enseña que lo que origina la pasión por el Evangelio no es la personalidad o los estudios de una persona, sino que es el encuentro con Cristo. El proceso de conversión de San Pablo implica también que la iglesia a la que perseguía tendrá que perdonarlo. Se trata, por tanto, de una doble conversión: de Saulo hacia la comunidad, y de la comunidad hacia Saulo.
En esta fiesta de la conversión de San Pablo pidamos al Señor que aumente en nosotros la pasión por el Evangelio de Cristo, que nace de reconocernos pecadores y de acoger en nuestra vida la gracia del amor de Dios.
P. Martin
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