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Estos primeros días de noviembre nos invitan a meditar en una de las verdades que recitamos en nuestro Credo: La comunión de los santos, que no es otra cosa que la perfecta unión de los miembros del cuerpo místico de Cristo que hemos sido incorporados a él por el bautismo, a través de los tiempos. Los bienes espirituales de unos se comunican a los otros formando un fondo común en provecho de todos. El menor de nuestros actos hechos con caridad repercute en beneficio de todos, en una solidaridad entre los bautizados, vivos o muertos… Unos peregrinamos aún en esta tierra; otros ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando cara a cara a Dios, uno y trino. Todos unidos en una sola Iglesia: los triunfantes, los purgantes y los peregrinantes. Los tres estados de la Iglesia unidos en la única familia de Dios.
P. Claudio
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