1.
TIPO DE SALMO: Himno de alabanza
El Salmo 147 es un canto de acción de gracias por la paz y la prosperidad de Jerusalén, y, sobre todo, por haberle dado el Señor la Ley por la que se distingue de todas las naciones, y que es prueba de la predilección divina por Israel.
2. LEER LA PALABRA.
¿Qué dice el texto?
¡Cuán bueno es cantar salmos a nuestro Dios, cuán agradable y justo es alabarlo!
2 El Señor reconstruye a Jerusalén y reúne a los exiliados de Israel; 3 restaura a los de corazón quebrantado y cubre con vendas sus heridas.
4 Él determina el número de las estrellas y a todas ellas les pone nombre. 5 Excelso es nuestro Señor, y grande su poder; su entendimiento es infinito; 6 El Señor sostiene a los pobres, pero hace morder el polvo a los impíos.
7 Canten al Señor con gratitud; canten salmos a nuestro Dios al son del arpa. 8 Él cubre de nubes el cielo, envía la lluvia sobre la tierra y hace crecer la hierba en los montes. 9 Él alimenta a los ganados y a las crías de los cuervos cuando graznan.
10 El Señor no se deleita en los bríos del caballo, ni se complace en la fuerza[a] del hombre, 11 sino que se complace en los que le temen, en los que confían en su gran amor.
12 Alaba al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, oh Sión. 13 Él refuerza los cerrojos de tus puertas y bendice a los que en ti habitan. 14 Él trae la paz a tus fronteras y te sacia con lo mejor del trigo.
15 Envía su palabra a la tierra; su palabra corre a toda prisa.
16 Extiende la nieve cual blanco manto,[b] esparce la escarcha cual ceniza. 17 Deja caer el granizo como grava; ¿quién puede resistir sus ventiscas? 18 Pero envía su palabra y lo derrite; hace que el viento sople, y las aguas fluyen.
19 A Jacob le ha revelado su palabra; sus leyes y decretos a Israel. 20 Esto no lo ha hecho con ninguna otra nación; jamás han conocido ellas sus decretos.
¿Qué dice el texto?
vv.1-6. Este salmo comienza con una invitación para alabar a Dios, el creador, que cuida de los afligidos, que sana los corazones quebrantados y venda las heridas. Probablemente fue un himno compuesto después del exilio, durante la reconstrucción de la ciudad de Jerusalén (Ezequiel 40-48) y el regreso de los exiliados (Isaías 56,8 y Nehemías 1,9)
El creador está pendiente de su creación, y aunque las estrellas parecen infinitas, él llama a cada una por su nombre. De la misma manera conoce las aflicciones de los humildes y conoce las malas acciones de los malvados.
vv.7-11. El Señor ha creado el universo y se preocupa cada día de que no falten las nubes, la lluvia, las plantas y el alimento para el hombre y todos los seres vivos. Su creación sigue generando vida.
Y si él es el creador no se deja impresionar ni del brío de los caballos ni la fuerza de los hombres, más bien se complace en aquellos que lo escuchan y confían en él.
En los vv. 13-14 entra en escena la acción histórica de Dios. Se describe mediante una serie de símbolos que representan la obra de protección y ayuda para la ciudad de Jerusalén y a sus habitantes. Ante todo, se hace referencia a los «cerrojos» que refuerzan y hacen inviolables las puertas de Jerusalén.
La puerta, por lo demás, es un signo para indicar toda la ciudad con su solidez y tranquilidad. En su interior, representado como un seno seguro, los hijos de Sión, o sea los ciudadanos, gozan de paz y serenidad, envueltos en el manto protector de la bendición divina. La imagen de la ciudad alegre y tranquila queda destacada por el don altísimo y precioso de la paz, que hace seguros sus confines.
Dios es quien nos regala dos estaciones fundamentales. Por un lado, la orden del Señor hace que descienda sobre la tierra el invierno, representado por la nieve blanca como lana, por la escarcha como ceniza, por el granizo comparado a migas de pan y por el frío que congela las aguas (cf. vv. 16-17). Por otro, una segunda orden divina hace soplar el viento caliente que trae el verano y derrite el hielo: así, las aguas de lluvia y de los torrentes pueden correr libres para regar la tierra y fecundarla.
Por último, en la tercera parte de este himno de alabanza (cf. vv. 19-20). Se vuelve al Señor de la historia, del que se había partido. La Palabra divina trae a Israel un don aún más grande y valioso, el de la Ley, la Revelación. «Con ninguna nación obró así ni les dio a conocer sus mandatos» (v. 20).
3. MEDITAR LA PALABRA. ¿Esta lectura dice algo especial para ti?
El pueblo de Dios había experimentado la derrota y la humillación de naciones más fuertes, fueron esclavizados y su ciudad destruida. Pero una luz ha vuelto a brillar en su historia y volverán a levantarse, podrán habitar tranquilos, protegidos por las puertas que a reforzado el mismo Dios.
En los momentos de dificultad, no hay que perder la esperanza de recuperar la paz, de volver a sentirnos tranquilos y seguros, teniendo a Dios de nuestro lado.
4. ORAR CON LA PALABRA. ¿Qué le dices tú a Dios?
Después de haber puesto a prueba a tu pueblo, Señor, pusiste paz en sus fronteras, reforzaste los cerrojos de la ciudad y saciaste a sus habitantes con flor de harina; mira también las dificultades que vivimos en estos días. Concédenos esa paz y esa seguridad que sólo vienen de ti.
5. CONTEMPLAR LA PALABRA. ¿Cómo cambia tu mirada?
Nuestro Dios conoce el número de las estrellas y llama a cada una por su nombre. Él también conoce a cada persona por su nombre y conoce lo que está viviendo. Y de la misma manera que al invierno le sigue la primavera y el verano, así sucederá en nuestra vida… Después de cada frío invierno con su problemas y dificultades, llegará la primavera y el verano con su calidez y vida nueva.
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