Habiendo culminado las celebraciones pascuales con la fiesta de Pentecostés, hemos retomado el tiempo ordinario con tres conmemoraciones importantes que forman un compendio de los misterios sagrados fundamentales del cristianismo.
Nuestra fe eclesial es trinitaria y cristo-céntrica.
Y sucesivamente hemos vivido el domingo de La Santísima Trinidad meditando en la naturaleza divina de Dios, cuya esencia es el amor que irradia la comunidad sagrada del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amor divino que se encarnó en el cuerpo y corazón de Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, que en la eucaristía recibimos como verdadero alimento espiritual. Las fiestas de Corpus Christi y del Sagrado Corazón de Jesús nos han comprometido a seguir viviendo nuestra historia temporal orientada siempre a la eternidad, orientada siempre hacia Dios por quien vivimos, nos movemos y somos.
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