En estas últimas semanas, estamos regresando poco a poco a retomar aquellas actividades suspendidas por la pandemia del Covid-19. Entre ellas está la posibilidad de asistir en persona a la Eucaristía, a la misa. Si bien, durante los últimos meses hemos aprendido a participar de manera virtual en la misa, a través de las redes sociales, preferimos la asistencia en persona, pues la sentimos más cercana, nos involucra más al escuchar la Palabra de Dios, al recibir la comunión, al compartir y saludar a nuestros hermanos de la comunidad.
En esta Fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, estamos llamados a darle la importancia a la celebración de la Eucaristía en nuestra vida cristiana. Es un alimento espiritual que necesitamos; es Cristo mismo que se hace presente y nos dice que camina a nuestro lado en los momentos difíciles; es Cristo que nos fortalece y nos consuela cuando lo necesitamos.
Evitemos, pues, vivir este sacramento como una obligación, algo que tenemos qué hacer por la fuerza… Veámoslo, más bien como una necesidad, tan importante como el alimento material que nos nutre y nos mantiene sanos, así es este alimento espiritual que compartimos, el mismo Cuerpo y Sangre de Cristo, nuestro Dios y Señor.
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