Desde la antigüedad, los primeros cristianos iban a Jerusalén durante la Pascua para revivir los eventos de la Semana Santa. Precisamente, el propósito de la Semana Santa es, ante todo, participar en la Pasión de Jesucristo. Como católicos, vamos a la Iglesia para celebrar los misterios de la vida, muerte y resurrección de Jesús para logar la contemplación del amor de Dios por nosotros.
Durante la Semana Santa, revivimos con Jesús su camino a la Cruz: su entrada triunfante en Jerusalén; la institución de la eucaristía y el sacerdocio ministerial; su oración en el Huerto de los Olivos cuando Judas lo traicionó; su juicio con los romanos y los judíos; su sacrificio en la cruz; y su gloriosa resurrección en la Pascua.
La muerte de Cristo nos invita a quitar de nuestra vida el egoísmo, la soberbia, la avaricia…y todo pecado para resucitar con El y vivir en la gracia divina, que es la dignidad de hijos de Dios, que Cristo alcanzó con su Resurrección.
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