
En la celebración eucarística, tomamos conciencia de que necesitamos convertirnos continuamente para obtener el perdón divino y participar dignamente en los sagrados misterios.
Hacemos un arrepentimiento público de los propios pecados mediante el rito penitencial en el inicio de la celebración de la misa, para que el sacrificio sea agradable a Dios. El Rito Penitencial es una expresión concreta de nuestra realidad pecadora que implica examinar nuestra conciencia antes la presencia misericordiosa de Dios.
Tanto el ministro como los fieles, reconocemos humildemente nuestros pecados, nos arrepentimos de ellos e imploramos la misericordia de Dios para participar con fruto de los sagrados misterios.
Pedimos a Dios perdón, el único que puede quitarnos de la conciencia la mancha de nuestros pecados. Y para recibir ese perdón, pedimos también «a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos», que intercedan por nosotros.
Pedimos perdón por nuestros malos pensamientos o sentimientos e intenciones malévolas, por nuestras palabras hirientes y ofensivas, por nuestras acciones que perjudican al prójimo y nuestros actos de omisión, es decir, por no haber hecho el bien a los demás.
P. Claudio
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