El término proviene del latín CREDO, que significa “yo creo”. Tenemos dos credos fundamentales que usamos en nuestras celebraciones de culto: el “Credo de los Apóstoles”, y el “Credo de Nicea”. Al recitar y afirmar estos credos, nos unimos a cristianos de todo el mundo y de todas las épocas para afirmar nuestra fe en el único Dios que nos creó, nos redimió y nos santificó.
EL CREDO DE LOS APÓSTOLES es el que solemos rezar en nuestra comunidad de san Mateo, es una declaración cristiana temprana de fe utilizada por una gran variedad de grupos cristianos, incluidos los católicos romanos, muchas iglesias ortodoxas, la iglesia anglicana y también muchas iglesias protestantes. A pesar de su nombre, el Credo de los Apóstoles no fue escrito por los apóstoles bíblicos, sino que se originó después de la vida de los apóstoles, pero contiene un resumen muy importante y esencial de nuestra fe.
EL CREDO NICENO (la versión más larga) fue el resultado del Concilio de Nicea en el año 325. El credo enfatiza la doctrina de la Trinidad en respuesta a las enseñanzas de Arius, un clérigo que negó la divinidad del Hijo, el segundo miembro de la Trinidad. Como fórmula de fe, el Credo resume lo que creemos. Pero más que una fórmula, el Credo es nuestro testimonio de fe como comunidad de creyentes a través de los siglos.
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