Las dificultades que enfrentamos en nuestra vida muchas veces ponen a prueba nuestra fe. Enfermedades, divorcios, sufrimientos y desempleo pueden ser algunas de las tentaciones que el enemigo utiliza para hacer que dudemos de la acción amorosa de Dios. Nuestra fe, como cristianos es la energía que nos hace superar los obstáculos y permanecer firmes en Dios. Cada ser humano enfrenta luchas y sufrimientos, pero existe una gran diferencia entre el creyente y el no creyente.
En la Palabra de Dios escuchamos: «La fe es la certeza de lo que se espera, es la convicción de cosas que no se pueden ver» (Hb 11,1). Es decir, el creyente espera, con una certeza que no tiene explicación humana, algo que no es palpable. Si la fe es esencial para alcanzar el cielo, entonces, el enemigo hará lo que sea para arrancar esa fe de las personas. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación.
Como creyentes es necesario hacer ciertas cosas que nos ayudaran a superar las crisis:
Pide ayuda a personas que estén maduras en la fe.
Recuerda que cuentas con el apoyo de las personas que, realmente, te aman y no te juzgan.
Es importante comprender que Dios jamás violará las leyes humanas y la libertad que Él mismo te ha dado. Has lo que tienes que hacer, de tu parte, para superar la crisis. Si es una enfermedad: ¡ve al médico!
Ten la certeza de que Dios te ama y te consuela. La madurez en la fe sucede cuando nosotros creyentes aprendemos que Dios no está obligado a hacer nuestras voluntades a la hora que queremos.
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