Seguir a Jesús requiere RENUNCIAR a muchas cosas. Entre estas cosas, el rechazo a la búsqueda del poder por el poder mismo, y el egoísmo humano de vivir una vida centrada en uno mismo.
Existe un dicho popular que dice: “el que tiene más…, quiere más.” Este dicho no está muy lejos de la realidad. El ser humano, por naturaleza, tiene como necesidad psicológica el deseo de sentir que tiene dominio y autoridad sobre otros. La historia de la humanidad así lo manifiesta y los medios de comunicación actuales nos informan constantemente acerca de personas que ocupando grandes puestos, ya sea en la empresa privada o el gobierno, se involucran en actos de corrupción. De igual modo, la explotación de los más ricos hacia las clase pobre o trabajadora es un hecho todavía presente. Parece que no basta con estar al frente y ser líder de una empresa o de un pueblo. La fama, el lujo, la comodidad y el dinero distraen el sano empleo y ejercicio del poder adquirido.
Inmediatamente después de que Jesús comparte con sus discípulos acerca de su pasión (Mc 10:32-34), llama la atención el comportamiento de los hijos de Zebedeo. Recordemos que a Pedro, Santiago y Juan se les conoce como el círculo íntimo de Jesús (9:2-8; 14:32-42). En el camino hacia Jerusalén, estos dos discípulos se le acercaron a Jesús con una petición llena de altos intereses personales. “Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte”. Cuando Jesús les preguntó qué era lo que querían, solicitaron que se les concediese sentarse uno a cada lado de Jesús en su gloria. En el mundo antiguo la derecha de un rey era el sitio de honor, y la izquierda el que le seguía en importancia. En otras palabras, estos dos personajes solicitan puestos y autoridad especiales.
Jesús les aseguró que ellos en verdad participarían de algo de sus aflicciones, pero no por ello tendrían lugares especiales en el Reino. Les indica que sentarse a la derecha e izquierda de su trono no le correspondía a Él concederlo. Sería dado a “aquellos para quienes está preparado”. La historia demuestra que los lugares importantes de servicio, y a menudo de honor, van para aquellos que se han preparado para ello más que para los que los han buscado egoístamente.
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