Las lecturas que la Iglesia nos presenta en la liturgia de este domingo, décimo tercero del Tiempo Ordinario, nos dan paz interior. Nos encontramos con Dios en la persona de su Hijo Jesucristo que cura y sana nuestras heridas del cuerpo y del alma, nos levanta para seguirle en nuestra vida y poder llegar a gozar de su salvación.
Si la muerte entro en el mundo por el pecado, como enseña el libro de la Sabiduría, fue vencida por Cristo que nos comparte su vida eterna por medio de los sacramentos de la Iglesia. Somos enviados como misioneros de esta Buena Noticia, de este Evangelio. Dios cero al hombre para la inmortalidad.
Como enviados e impulsados por el Espíritu Santo compartimos estas riquezas de nuestra fe que nos ayudan a soportar nuestras desesperanzas y fracasos, como ocurre con los personajes del Evangelio de hoy… Con una actitud positiva como lo hemos cantado en el Salmo 29. El Señor nos ha sacado de la fosa y ha cambiado nuestro luto en danzas.
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