El Señor Jesús, sabiendo de su partida definitiva al Padre, promete no dejarnos huérfanos. Nos anuncia el envío del Defensor, el Espíritu de la verdad que impulsará a todo aquél que ame al Señor y, que guardando sus mandamientos podrá dar razón de su esperanza en Cristo.
El Espíritu Santo se nos da en nuestro bautismo y en nuestra confirmación, es el mismo Espíritu que recibieron los samaritanos por la escucha y aprobación de la predicación de Felipe: “oraron por los que se habían convertido, para que recibieran el Espíritu Santo” (Hech 8, 6).
El Espíritu Santo es fuerza, luz, amor, verdad, vida, compañía, libera de todo mal a quien se deja guiar por Él. Desde el momento del bautismo, el Espíritu de la Verdad conducirá al creyente para llevar a término el proyecto de Dios Padre a través de su Hijo Jesucristo.
Fr. Martin
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