La vida nueva que los bautizados reciben de Cristo resucitado, es eterna e inagotable. Dios la otorga a todo el que invoca al Señor Jesús y se convierte. Nosotros somos los testigos del Resucitado.
San Juan nos recuerda que la intercesión o mediación de Cristo ante Dios, ganada por su sacrificio, no cesa ni es anulada por el pecado; su expiación es tan poderosa que alcanza a toda la humanidad.
Jesús no es un espíritu o una visión espiritual. Jesús realmente nos acompaña en nuestra vida, es nuestra fuerza. La presencia de Jesús resucitado nos consuela y nos llena de valor para presentarlo activo y vivo en nuestra persona y en la familia. Nuestra vida debe ser una prueba de que
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