San Lucas nos cuenta en su libro “Los Hechos de los Apóstoles” lo que ocurrió el día de Pentecostés, cómo fue la experiencia de los Apóstoles junto a María y lo que sucedió a las numerosas personas que estaban cerca de aquel lugar. Para todos ellos fue una vivencia transformadora.
Con el Salmo 103 proclamamos el poder del Señor que con su “aliento”, es decir, con su Espíritu, renueva su creación y repuebla la faz de la tierra.
San Pablo nos ensena que el Espíritu Santo da vida y unidad a la Iglesia y todos sus miembros somos capacitado para exclamar con total convicción que “Jesús es el Señor”.
Al rezar la Secuencia pedimos a Dios que nos envíe su Espíritu y sus siete dones para que nos ilumine, nos reconforte, nos llene de su amor y su paz penetrando lo más hondo de nuestro corazón.
San Juan nos muestra en el Evangelio, como El Espíritu Santo es un don del Resucitado que insuflando sobre ellos les da el poder de perdonar los pecados en nombre de Dios.
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