Constantemente nos debemos estar cuestionando sobre nuestro seguimiento de Cristo: Cuáles son nuestras motivaciones y nuestras intenciones?
No basta decir: “Señor, Señor…” Sino más bien, debemos comprometernos en su escucha y en el cumplimiento de su voluntad.
Para el profeta Ezequiel la adhesión de nuestra voluntad a la bondad y a la justicia de Dios no debe quedarse en teoría, sino en un compromiso personal que incluye nuestra conversión y nuestra perseverancia. Y, según San Pablo debe ser verificable asumiendo en nosotros los sentimientos y criterios de Cristo mismo, El que, como Hijo, dijo Si a su Padre y le obedeció en todo… hasta la entrega de sí mismo en la cruz. Nuestra coherencia de vida será nuestro mejor testimonio. No debemos desviarnos ni retroceder.
Que la Palabra de Dios de este domingo, nos renueve en nuestro propósito de ser fieles seguidores (discípulos) de Jesús, nuestro Maestro.
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