El primero de todos los mandamientos es lo que Dios quiere de nosotros. Ese es el sentido de la pregunta del fariseo que leemos hoy: “¿Cuál es el mandamiento mayor de la Ley?”. Es decir: “¿En qué debemos concentrar todas nuestras fuerzas de manera que la vida tenga sentido y alcance la eternidad?”.
Jesús coloca en primer lugar el amor: “Amar al Señor, con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente”. Por tanto, amar con todo lo que somos y tenemos. El corazón, es el lugar de las decisiones de la persona; el alma, es la “fuerza vital”; y la mente, es nuestra inteligencia. Esto significa que debemos emplear todas nuestras fuerzas, sin excepción, en el amor de Dios. La entrega a él y por él debe ser total, como dice Jesús, “con todo”.
El amor al prójimo debe ser de la misma naturaleza del amor por nosotros mismos. Por eso el amor al prójimo es también un reconocimiento a la voluntad creadora de Dios y la relación con él un motivo de alabanza al Señor.
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