“RESUCITÓ de entre los muertos, SUBIÓ a los cielos
y está SENTADO a la derecha de Dios”?
Estas palabras del credo significan el triunfo de Cristo sobre la muerte. Y cuando profesamos nuestra fe en la resurrección, proclamamos que Cristo está vivo, que ha regresado a la gloria que le corresponde al lado de Dios Padre. Ya san Pablo, hacia el año 56, escribía a los Corintios: "Porque les he transmitido, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce: " (1 Cor 15, 3-4).
Por tal motivo, cuando nosotros recordamos a nuestros seres queridos difuntos, no los pensamos simplemente situados en un sepulcro, sino resucitados, como Cristo, en la Gloria de Dios Padre.
Los escritos del Nuevo Testamento nos transmiten valiosos testimonios de quienes fueron testigos de la Resurrección de Jesús. Así lo Explica el Catecismo de la Iglesia católica en el número 654: “Hay un doble aspecto en el misterio pascual: por su muerte nos libera del pecado, por su Resurrección nos abre el acceso a una nueva vida. Esta es, en primer lugar, la justificación que nos devuelve a la gracia de Dios (cf. Rm 4, 25) a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos [...] así también nosotros vivamos una nueva vida" (Rm 6, 4).”