¿En quien tienes puesta tu fe?
¿Quién dice la gente que soy Yo? ¿y ustedes quién dicen que soy Yo? Estas preguntas que Jesús hizo a sus discípulos en un momento importante de su vida pública, también se dirigen a nosotros que hemos creído en Él.
En la vida ordinaria nosotros confiamos en una persona sólo hasta que la conocemos lo suficiente. De igual manera sucede en nuestra relación con Dios. Vamos a confiar y creer en él, en la medida que lo conocemos. Sin embargo, sucede que a menudo conocemos a Jesús y a Dios Padre sólo por lo que dicen otros de él, lo conocemos de oídas, pero no llegamos a tener una experiencia personal de fe. Y si no lo conocemos, ¿cómo podremos seguirlo?
Podemos decir que conocemos a Cristo, aunque todavía nos falta. Confiamos en él, aunque a veces tenemos dudas. Venimos los domingos a su casa a celebrar juntos la misa, la Eucaristía, aunque a veces no podemos. Seguimos sus pasos, llevando la cruz de nuestras responsabilidades diarias durante la semana, confiando en que él, como el cireneo también cargará la cruz a nuestro lado cuando nuestras fuerzas llegan a faltarnos.
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