En la iglesia somos como una familia, somos la comunidad de los discípulos de Jesús resucitado que nos reunimos en su nombre porque Él es el quien nos llama para que podamos recibirlo al escuchar su Palabra y comulgar. Es cierto que por el momento no podemos acudir al templo como de costumbre, pero somos conscientes también que pronto volveremos a reunirnos y mientras tanto, podemos escucharlo desde nuestras casas y hacer la comunión espiritual.
Hoy el evangelio nos habla de los discípulos de Emaús. Ellos vuelven a la vida de siempre un poco desilusionados, si Jesús ha muerto mueren también sus esperanzas. Mientras iban caminando, platican de todo lo que había pasado esos días. Iban acordándose de Jesús, las palabras que habían escuchado de labios del Señor, y los milagros que le habían visto realizar. También recordaron las palabras de los profetas antiguos, todo lo que habían dicho acerca del Mesías. Al comentar todo esto, al ir recordando estos textos, poco a poco se les fueron abriendo las mentes, comprendieron que “era necesario que el Mesías padeciera”, y entonces, sintieron que les ardía el corazón.
Hoy mas que nunca se trata de ver a Jesús con los ojos de la fe. Escuchar y comprender las lecturas y sobre todo al comulgar espiritualmente. En esos pequeños detalles de cada día y sobre todo en esos signos de amor que tenemos hacia la familia y las personas que ayudamos podemos descubrir la presencia real de Jesús que nos habla y nos explica las escrituras, y parte para nosotros el pan. Mantengamos firme nuestra esperanza de volvernos a reunir muy pronto en su nombre.
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