Las tentaciones de Jesús en el desierto
Aunque las tentaciones aparecen al inicio de la vida publica de Jesús, en realidad se presentaron a lo largo de toda su vida en distintos momentos. En más de una ocasión encontramos a la gente que le pide una señal del cielo, una prueba contundente para que pudieran creer en él (Mt 12,38; Lc 11,29; Mc 8,11). En otras, la gente se emociona con sus palabras y tratan de hacerlo rey (Jn 6,15); así mismo tuvo que batallar mucho con sus discípulos para hacerles entender que no había venido a buscar el poder ni los privilegios de los grandes de este mundo (Mt 18,1; Mc 9,33). Y, por último, poco antes de ser apresado por las autoridades y condenado a muerte, en el huerto de los olivos fue tentado a evitar el sufrimiento que le esperaba; pero también ahí, en el momento de dolor, supo vencer la prueba (Mt 26,39).
Es importante señalar el lugar donde suceden estas tentaciones del maligno, en el desierto; el cual es, en la tradición profética, el lugar ideal del encuentro del hombre con Dios (Dt 32,10; Os 2,16). Jesús quiere encontrarse con Dios y discernir su plan divino sobre él. El tiempo de Cuaresma nos invita también a ir al desierto, entendido como un lugar solitario, sin distracciones, para revisarnos a nosotros mismos, todo lo que hacemos y cómo lo hacemos; para discernir el plan de Dios sobre nosotros.
No tengamos miedo y dejémonos guiar por el Espíritu, para enfrentar nuestras pruebas, esas ideas y proyectos engañosos que solemos tener en la vida. No es tiempo perdido; pues Jesús mismo dijo: “No sólo de pan vive el hombre…”.
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