Reflexión de la Palabra de Dios, Domingo 14 de Febrero
El leproso del evangelio de hoy se mantenía alejado de todos por ser considerado impuro, pero al ver a Jesús se acercó y, de rodillas, pide ser curado. Jesús, sintiendo lástima lo tocó para sanarlo. Cristo no sólo cura, sino que “toca” y, al tocar al impuro, él mismo debería quedar contaminado, sin embargo, el Señor limpia lo que era impuro y nos enseña que no hay impureza que nos aparte definitivamente de Dios.
Al contemplar al leproso curado hemos de volver los ojos a nuestra vida porque también hoy existen formas de lepra que nos separan unos de otros. ¿Somos capaces de sentir lástima, de compadecer, o nos hemos vuelto insensibles a los sufrimientos de los otros? La compasión nos invita a la acción, a estar dispuestos a tocar, a hacer algo por los demás.
Hoy Jesús nos invita también a tener el valor de ponernos de rodillas y suplicarle, que nos toque y nos cure a nosotros mismos. Hay que hacerlo con fe y confianza. Pero también hay que acercarnos a Dios en la oración o en la confesión para que así nos pueda tocar y una vez sanos seguir alabándolo por todo lo que ha hecho por nosotros.
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