Lecturas Dominicales:
Dn 12, 1-3; Heb 10, 11-14. 18; Mc 13, 24-32
Las lecturas de este domingo nos invitan a reflexionar sobre la cuestión del fin del mundo. Sabemos que ese día llegará, pero Jesús nos recuerda que el día y la hora nadie la sabe; solamente el Padre. Por eso debemos estar preparados y elevar nuestra oración con el Salmo “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”.
Todas las aflicciones y tribulaciones que nos sobrevienen pueden servirnos de advertencia y corrección a la vez. Vivimos en contacto permanente con nuestras propias limitaciones. Sabemos que hay cosas pasajeras como la fama, el placer, la belleza física y el bienestar material. Son parte de esos “cielo y tierra que pasarán”.
Como discípulos de Cristo debemos estar abiertos a otros bienes y otros valores, llamados a perdurar para siempre y que son los que nos salvan. Dios nos ha predestinado a todos a ser hijos por medio de Jesucristo (Ef1, 5), puesto que Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4).
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