LA VOCACIÓN QUE HAN RECIBIDO
Es sorprendente que el evangelista Mateo resuma la historia de su llamado en apenas un par de líneas: “Cuando Jesús salió de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de los impuestos y le dijo: “¡Sígueme!”. Él se levantó y lo siguió” (Mt 9,9). Evidentemente, no es su intención contar con detalle toda su experiencia personal, sino más bien centra la atención del lector hacia lo que sucedió inmediatamente después de su llamado, mientras Jesús comía en su casa, acompañado de otros recaudadores de impuestos. El hecho de juntarse con los pecadores levantó una protesta por parte de los fariseos a quienes Jesús reprendió con las siguientes palabras: "No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
Al llamar a Mateo, Jesús agrega un publicano, un pecador al grupo de sus discípulos. Su decisión no la basa en las apariencias ni se deja llevar por los prejuicios sociales, sino en el corazón generoso de alguien que estaba dispuesto a dejar todas sus comodidades para seguirlo.
Las palabras que escribe Pablo a los Efesios son claras en este sentido: “A cada uno de nosotros le ha sido concedida la gracia a la medida de los dones de Cristo… Él mismo dispuso que unos fueran apóstoles, otros profetas, otros evangelizadores, otros pastores y maestros” (Ef 4,7.11).
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