En el libro de los Números, Moisés se queja en presencia de Dios porque se siente cansado y agobiado por tantas responsabilidades al frente del pueblo de Israel (Num 11,10-15). Entonces la respuesta de parte de Dios fue distribuir la responsabilidad entre un grupo de setenta ancianos escogidos para tratar todo tipo de asuntos. El Espíritu de Dios descendería también sobre ellos y asi compartirían el liderazgo de Moisés. El problema fue cuando ese espíritu se posó sobre dos ancianos más que no habían sido invitados. Esto lejos de incomodar a Moisés le alegró, porque entendió que los dones de Dios son para el bien de todos, no para que sean guardados celosamente por unos pocos.
En el evangelio de Marcos encontramos una situación muy parecida a la situación de Moisés y los ancianos. Cuando algunos que no eran del grupo de los doce, comenzaron a expulsar demonios en nombre de Jesús. La primera reacción de los discípulos es prohibírselo, pero Jesús no piensa como ellos, Jesús enseña a sus discípulos a apreciar el bien hecho por los otros, sean quienes sean, y a no escandalizar nunca, evitando a toda costa el pecado.
Como cristianos, muchas veces descalificamos a los demás, a los que no son de nuestro grupo o de nuestra Iglesia, olvidando que no somos dueños del Espíritu Santo, ni tampoco del hacer buenas obras. Deberíamos tener una mentalidad más abierta, evitar criticar y juzgar a los demás y buscar maneras de colaborar en la construcción de un mundo mejor.
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