Primera Lectura (Eclo 3,17-20.28-29):
Segunda Lectura (Heb 12,18-19.22-24):
Evangelio (Lc 14,1.7-14):
La Palabra de Dios hoy nos hace un reiterado llamado a ser humildes, pero la humildad cristiana no puede entenderse únicamente como una virtud moral.
Porque no se trata de la negación de uno mismo, ni de la renuncia a explorar las propias potencialidades que como seres humanos albergamos como talentos que Dios nos ha concedido para ponerlos al servicio de los demás. Ser humildes desde la óptica del Evangelio, tiene mucho que ver con el vaciarnos de nosotros mismos, para llenarnos de Dios, estando atentos a la escucha de su voluntad y realizarla por encima de la nuestra y abstenernos de sentirnos más que nuestros prójimos.
Seguir a Cristo nos exige una gran dosis de “kénosis” personal, más allá de toda soberbia y egoísmo.
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