Lecturas Dominicales: Is 66, 10-14; Gal 6, 14-18; Lc 10, 1-12
Los primeros discípulos, enviados por Jesús, salen llevando un mensaje de salvación para todos. Jesús nos envía al mundo entero, a toda la humanidad, porque todos padecemos de problemas, tensiones, injusticias, amenazas, sufrimiento, etc. Hay mucha necesidad por doquier. Pero el mensaje de Jesús nos llena de esperanza.
Jesús nos pone en camino, la misión no es únicamente de los apóstoles, la tarea es de todos los discípulos. La vida entera es una preparación del camino por el que viene Jesús. Nos vamos a encontrar lobos, pero como enviados de Cristo debemos actuar como corderos porque vamos en misión de paz.
Para comunicar la paz hay que llevarla dentro de nosotros mismos. Cada uno de nosotros somos portadores de esa paz. La paz que se da y se transmite es la paz que encontramos en el Señor, la paz que él nos deja, la que él nos da. Una paz que sana, que no cesa de hacer el bien.
No necesitamos llevar cosas, más bien se trata de ir ligeros de equipaje. La actitud ha de ser la de mostrar una confianza plena en la Divina Providencia. Sabemos que el mal ha sido vencido, se ha precipitado por la fuerza de Aquel que quiere inscribir todos nuestros nombres en el libro de la vida, en el lugar en el que habita Dios.
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