¿Qué quedará al final de todos nuestros esfuerzos y fatigas?
El autor de la primera lectura habla por triste experiencia: sólo posesiones y esfuerzos humanos no garantizan la felicidad. El autor no nos ofrece una solución, pero nos plantea el problema de forma muy desafiante.
Por su parte, el evangelio de Lucas, desde que Jesús decide subir a Jerusalén (Lc 9,51), todo ese trayecto hacia la ciudad santa se convierte en un camino de instrucción más enfocada a sus discípulos. Les pone ejemplos de la vida diaria, les cuenta parábolas y cada circunstancia en su interactuar con la gente que se acerca a escucharle, se convierte en una oportunidad para instruirles. Tal es el caso del texto que hemos leído hoy, cuando alguien le pidió que mediara en la repartición de una herencia entre hermanos. Jesús no quiso intervenir en ese asunto, pues era algo que no le correspondía resolver. Pero esto le dio pie para advertir a sus discípulos sobre el peligro de la codicia y la ambición. Porque ni la felicidad ni la vida misma, están garantizadas sólo por el hecho de poseer muchos bienes.
La calidad de nuestra vida no depende solamente de las cosas materiales o la riqueza económica, sino más bien de la medida de nuestro amor al Señor y a los hermanos. ¿Qué provecho saca el hombre de todos sus trabajos y afanes bajo el sol?
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