Lecturas Dominicales:
Is 6, 1-2, 3-8; Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11
Jesús habla a la multitud. Su Palabra no es para unos cuantos. Todos somos invitados a formar parte del auditorio de Jesús. El Señor habla desde la barca de los pescadores. Esta barca es el símbolo del lugar desde donde Jesús nos hace oír su voz: la Iglesia, la familia, la biblia, la vida diaria.
Cada uno debe responder a esa Palabra del Señor. Si se recibe de corazón la Palabra de Jesús significa que no podemos quedarnos nada más “en la orilla”. La orilla es apenas el comienzo, se necesita ir a lo profundo. Jesús nos invita a remar “mar adentro”, a alta mar, allí donde las aguas son profundas. Y para ello es necesario entrar en la barca.
Una tentación permanente de la vida cristiana es permanecer en la orilla, en lo superficial, en lo mínimo para no comprometernos, para no incomodarnos. Es Jesús mismo el que nos invita a dirigirnos allí a pescar, es decir, a trabajar. En compañía de Jesús tratemos de hacer la experiencia de la profundidad del Espíritu.
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