Primer Lectura (Rev 7,2-4.9-14): San Juan nos da una visión de esperanza en el futuro último: Los que viven conforme al evangelio serán victoriosos con él. Su número será incontable.
Segunda Lectura (1 Jn 3,1-3): Ahora somos hijos de Dios, pero aún no se ha manifestado cómo seremos al fin. Y ya sabemos que, cuando él se manifieste, vamos a ser semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Evangelio (Mt 5,1-12a): Las Bienaventuranzas: Los valores del evangelio son diferentes a los del mundo; sin embargo, tenemos que vivirlos en el mundo para hacerlo mejor.
Hay varias formas de traducir a nuestra lengua la palabra griega Makários: “Bueno”, “feliz”, “dichoso”, “bienaventurado”, “bendito”, y también podríamos incluir la palabra “santo” (aunque hay un término griego para santo: Ágios). Así pues, en esta fiesta de todos lo santos, celebramos a las personas que han vivido plenamente en este mundo, que han pasado su vida sembrando la semilla del bien. Personas buenas, felices, dichosas bienaventuradas, benditas, santas… Y que también, como dice el evangelio de este día, lloraron, sufrieron, pasaron dificultades y lucharon por la justicia…
En la primera lectura, tomada del libro del Apocalipsis, encontramos esta pregunta acerca de la gran muchedumbre: “¿Quiénes son y de dónde han venido los que llevan la túnica blanca?” La respuesta es: “ellos son los que han blanqueado su túnica en la sangre del cordero”, es decir Cristo. Podría también explicarse así: Ellos son los bienaventurados, los misericordiosos, los limpios de corazón, los pobres de espíritu, los perseguidos por causa de la justicia… Y cada uno de nosotros hemos sido llamados, por nuestro Bautismo a formar parte de esta gran familia de los Hijos de Dios. Por eso podemos considerarnos, ya desde ahora, “dichosos”, “bienaventurados”, de que nos espera un final tan grandioso en la presencia de Dios.
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