Nosotros como seres humanos, nos hacemos preguntas que brotan de la realidad que nos toca vivir. Una de las experiencias más desconcertantes de la vida humana es la del sufrimiento. El misterio del dolor nos hace dudar muchas veces de cualquier sentido que se le quiera dar a la existencia humana. Es lo que Job siente en su dramática vivencia de enfermedad, y de pérdida de bienes, y su soledad. ¿Cómo no identificarse con las palabras de Job en este mundo repleto de gente que pasa por situaciones similares? Incluso, puede que hasta sea nuestra propia situación. ¿Dónde está Dios? ¿Por qué calla ante tanta miseria y pesadumbre?
El mal es uno de los argumentos más fuertes contra la existencia de Dios. Hoy las lecturas de la Palabra de Dios nos confrontan con el mal y el sufrimiento. No nos ofrecen soluciones fáciles. Tampoco enuncian teorías. Sin embargo dan luz. La Palabra de Dios, sobre todo la Palabra de Dios hecha carne, no rehúye el cara a cara con el misterio del mal. Jesús, como vemos en el evangelio, entiende su vida como una misión al servicio de la vida, de la salud, de la esperanza, del bien. Su predicación y su misión sanan, liberan, ofrecen un horizonte humanizador. Y es una tarea que ha de llegar a todos. Por eso, la ha dejado como encargo a sus discípulos, tal y como Pablo explica en la segunda lectura.
El dolor no es querido por nadie. Tampoco por Dios. La Palabra de este domingo no teoriza sobre el mal, muestra a un Dios encarnado que se acerca y se compadece. Un Dios que, en Jesús, lo ha experimentado y que lo combate. Por eso, la gente lo busca. ¿Y tu que...? ¿Lo buscamos?
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