San Lucas nos habla hoy de la determinación de Jesús de viajar a Jerusalén para sufrir su pasión y su muerte (Evangelio). En esas circunstancias, el Señor se refiere a las exigencias de la vocación apostólica: cuando él llama, quiere que se le siga inmediatamente y sin mirar hacia atrás. Así fue como el profeta Eliseo abandonó el campo en que trabajaba, para seguir al profeta Elías (Primera lectura). Y también San Pablo a los gálatas les recuerda que su vocación es la libertad, pero no una libertad de egoísmo que lleva al libertinaje, sino la de ser servidores de los demás para cumplir con el precepto de amar al prójimo como Cristo nos ha dado ejemplo (Segunda lectura).
La vocación cristiana es la llamada que Jesús nos hace seguirle y aprender de él en su entrega a la voluntad del Padre en favor de todo el género humano.
Nuestra respuesta es el fiel seguimiento de Jesús en servicio a los hermanos, siempre con espíritu evangélico.
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