Inspirada y orientada por San Francisco de Asís, vivió el Evangelio de Cristo, y en la Iglesia de San Damián fue la primera abadesa de Las Hermanas Clarisas de los Pobres. También fue la primera mujer en la Historia de la Iglesia que compuso una “Regla escrita” con aprobación papal, para que se conservara el carisma franciscano en todas las comunidades franciscanas (año 1253).
Su vida, su ejemplo, su devoción, su paciencia ante el sufrimiento y la enfermedad, así como sus milagros son signos de la vivencia heroica de las virtudes evangélicas.
La Santa repetía: “Desde que me dediqué a pensar y meditar en la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, ya los dolores y sufrimientos no me desaniman, sino que me consuelan”.
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