La transfiguración de Jesús en el monte Tabor es una experiencia que les sirve a sus discípulos de ILUMINACION sobre la verdadera identidad del Maestro; y de aliento para que ellos puedan recorrer el camino que les señala Jesús, además de exhortación a realizar ese recorrido bajo el imperativo de la escucha.
Encontrarse con Jesús es descubrir, por fin, a alguien que dice la verdad. Alguien que sabe por qué vivir y por qué morir.
En el pasaje de la transfiguración vemos a Jesús llevando a sus discípulos a una «montaña alta», lugar por excelencia de encuentro con Dios. Allí vivirán una experiencia religiosa que los sumergirá en el misterio de Jesús. La reacción de Pedro es explicable: «¡Qué bien se está aquí! Hagamos tres chozas…». Pedro quiere detener el tiempo, instalarse cómodamente en la experiencia de lo religioso, huir de la Tierra. Jesús, sin embargo, los bajará de la montaña al quehacer diario de la vida y los discípulos tendrán que comprender que la apertura al Dios trascendente no puede ser nunca huida del mundo.
Quien se encuentra con el Dios encarnado en Jesús siente con más fuerza la injusticia, el desamparo y la autodestrucción de los hombres. Por eso es tan importante escuchar a Jesús para sentir que estamos escuchando, por fin, a alguien que nos dice la verdad, alguien que sabe por qué y para qué hay que vivir.
La fidelidad a Dios no nos debe de alejar de la lucha por una Tierra más justa, solidaria y fraterna.
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