Si analizamos a nuestra sociedad actual, sacamos rápidamente la conclusión de un total fracaso: nos encontramos con un mundo dividido y un mundo desigual. Nadie duda de la crisis social. Los que se dedican a tareas sociales y de ayuda al prójimo, experimentan todos los días dificultades, además la escasa colaboración y la indiferencia de muchos.
También sufrimos crisis en la Iglesia. Desde nuestras comunidades vemos cómo la mayoría de la gente se desentiende de la fe; y los que estamos…, no acabamos de comprometernos, y el ambiente que nos rodea en muchas comunidades, no es el mas propio de un cristiano.
Y nuestro propio camino personal, muchas veces está sembrado de errores. Sin embargo, el mensaje de la semilla de mostaza nos dicen que, a pesar de todas las apariencias, el Reino de Dios crece, y que la humanidad camina hacia adelante. Un Reino que se presenta en nuestro mundo como algo pequeño, débil, aparentemente ineficaz dentro de la estructura humana, pero llevando en sí mismo la posibilidad de transformar la sociedad en lo que Dios siempre quiso que fuera.
Por lo general, tendemos a buscar a Dios en lo espectacular y prodigioso, no en lo pequeño e insignificante. Por eso resultaba difícil creer a Jesús cuando decía que Dios estaba ya actuando en el mundo. ¿Dónde está su poder? ¿Dónde están las “señales extraordinarias”? Jesús tuvo que enseñarnos a captar la presencia salvadora de Dios de otra manera. Jesús descubrió que la vida es más que lo que se ve. Mientras nosotros vamos viviendo de manera distraída sin captar nada especial, algo misterioso está ya sucediendo en el interior de la vida.
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